Por: Tomas Castro Monegro.
Sebastian Mateo, establece que: No existe algo como “El Amor”, único e inequívoco, definido objetiva y universalmente. Existen aproximaciones, perspectivas, concepciones, visiones y formas de abordarlo que caminan a veces de la mano y, otras, en sentido opuesto. Desde el amor contemplativo e idealizado que propone Platón hasta el amor libre de los movimientos anarquistas, pasando por el amor líquido del capitalismo tardío y el amor confluente nacido en el seno de la revolución sexual de mediados de siglo XX; hay tantas versiones de amor como relaciones amorosas en el mundo.
Para la existencia del amor ideológico, hay que referirse a los estudios que han demostrado que los cónyuges comparten puntos de vista políticos por encima de cualquier otro rasgo, lo que no sucede con las creencias religiosas. Por eso se plantean: ¿Qué sucede desde que se elige a una pareja hasta que están juntos para que personas con los mismos ideales políticos tengan relaciones más duraderas? Y concluyen: “Nuestra mejor estimación es que la mayoría de las personas prefieren abrir miras en sus relaciones esporádicas, pero a largo plazo prefieren que los gustos políticos sean un requisito esencial para las relaciones duraderas, porque se relacionan directamente con una visión de la vida”.
En nuestra sociedad y en otras, está harto demostrado que las afinidades políticas han suplantado en un gran número de casos a atracciones de otro tipo, durante la etapa de ebullición de procesos revolucionarios son muchos los casos de relaciones políticas históricas como fueron las de las hermanas Mirabal y sus esposos, Gladys Gutiérrez y Henry Segarra, Carmen Mazara y Maximiliano Gómez, Rafael Fernández Domínguez y Arlette Fernández, Otto Morales y Miriam Pinedo quienes se casaron en plena guerra, en agosto de 1965.
También se recuerdan los casos de Amín Abel Hasbún casado con Mirna Santos, Rafael (Fafa) Taveras y Magaly Pineda, Narciso Isa Conde y Lourdes Contreras, entre otros. No siendo limitativa la lista de casos que pueden llenar varias páginas.
Otra situación que llama la atención en el país, son los liderazgos políticos que se pretende, como en las monarquías, que sigan por una descendencia genética o sanguínea.
Hemos visto como los hijos de los dirigentes políticos de todos los partidos llegan a los altos cargos directivos sin historial o trayectoria de lucha, aparecen en la boletas partidarias aspirando a cargos electivos o ya electos como diputados, síndicos o regidores. Lo mismo ocurre en la nomina de la administración pública donde aparecen los hijos de los funcionarios públicos y de los miembros del Comité Político o Central del partido en el poder, llegándose al colmo de que hasta los yernos, nueras, suegras y amantes son parte del funcionariado o sustentadas para alcanzar una curul.
Aparecen trascendentes casos, donde los hijos o nietos, esposas o amantes de dirigentes políticos han sustituido a los representantes genuinos de las bases de esos partidos.
No nos oponemos al relevo generacional, ni cuestionamos la capacidad de muchos de esos jóvenes, sin embargo preferimos a los herederos ideológicos de aquellos enamorados que con sus trayectorias nos legaron la estirpe moral y política que siempre serán las señales para dirigir las acciones patrióticas.